domingo, 14 de diciembre de 2008

Este es el último capítulo del 2008,
Laura va a estar ausente hasta después de las fiestas navideñas...

A polis y ladrones - El mirón (XVI)


Parte II

Mientras esperaba acurrucada en el coche, saqué del bolso unos prismáticos pequeños que había cogido por si tenía que aparcar muy lejos y no alcanzaba a ver mi objetivo. De paso, al verlo encima del escritorio al marchar, había metido un abrecartas, regalo de una navidad del instituto, y que la primera vez que lo vi, pensé que aquello podía ser un arma de destrucción masiva en manos de según qué alumno.
Trayéndome esto el recuerdo de la navidad y estando pensando en los regalos que tenía que comprar, de repente el sonido de un disparo me sacó de mis cavilaciones, seguido inmediatamente de un segundo tiro. Me quedé de piedra, aún más cuando observé como el compinche de Paco cogía las de Villadiego en el coche y los dejaba tirados... Lo sabía, sabía que algo iba a salir mal. Rápidamente cogí el móvil, marqué el número de la policía y les dije que había oído unos disparos, les di la dirección y colgué. Un vecino sacó la cabeza por la ventana y otro salió en batín a la calle, arranqué el coche y de lejos vi como la puerta de la casa se abría y salían Paco con Esther y su compañero, que se quedaron estupefactos al ver que les faltaba su medio de escape. En ese momento llegué yo y, al reconocerme, subieron rápidamente al coche y salimos escopeteados. Por el espejo del retrovisor pude ver que faltó un solo segundo para que los alcanzaran dos tipos que salieron de la casa.
- ¿Paco, adónde vamos?- le pregunté
-Pues a casa.
-¿Y si nos persiguen?
-No sé... pues da una vuelta antes...
Dimos unas cuantas vueltas por la ciudad dormida.
-Bueno, ya que os habéis conocido, os presento. Laura, Ángel.
-Encantada...
-Tronca, qué suerte que hayas venido... El Charli nos la ha jugado con el espray ese, en vez de dormirlos, los ha despertado. Y además se da el piro.... Cuando lo pille se va a enterar... – sentenció el ángel caído.
Cuando llevábamos un rato dando vueltas, decidimos que no nos seguía nadie y primero dejamos a Ángel en su casa y después fuimos a casa de Paco. Una vez allí, Esther nos hizo un breve resumen de las actividades de la caritativa asociación. Ella ingresó en la organización como voluntaria, sin más remuneración que comida y cama, creyendo así que ayudando al prójimo desinteresadamente hallaría la paz interior que nunca había encontrado, de acuerdo con el discurso que exhibía la organización, que proponía un retorno a una religiosidad más verdadera y al sacrificio como medio para encontrar un sentido a la vida. La organización tenía varios frentes de actuación en favor de los más desfavorecidos, y Esther había entrado a colaborar en una casa de acogida para mujeres extranjeras que acabaran de llegar, con el propósito de ayudarlas a encontrar trabajo e integrarlas en la comunidad. Poco a poco, Esther había descubierto que, además de sacarle el dinero muy piadosamente a los jubilados, si bien era verdad que encontraban trabajo para la mayoría de mujeres, sobre todo como empleadas del hogar en las casas de los mismos ancianos a los que desplumaban, se había enterado de al menos dos casos de chicas que al poco de estar en la casa, habían ido a parar a redes de prostitución, e indagando, descubrió que no había sido casualidad, sino que habían sido encaminadas allí por la organización. Además, no había logrado saber exactamente cuál era la relación, pero sabía que había un rumano que se dedicaba al tráfico de drogas con el que tenían algún tipo de vínculo. Cuando se dio cuenta de que estaba metida en la mismísima boca del diablo y quiso abandonar, le dieron una paliza y la amenazaron con matarla.
-Bueno, y ahora qué, ¿llamamos a la policía?- dije
-No, no, nada de policía – saltó Esther
-Pero mujer, habrá que denunciar lo que pasa allí, ¿no?
-Es que hay unos policías que están metidos, lo encubren todo a cambio de dinero y favores sexuales.
-No, no me digas que mi Santi está metido en una cosa así, que me muero...
-No me suena ningún Santi...
-A ver, hay que denunciar lo que está pasando ahí, no podemos quedarnos de brazos cruzados sabiendo lo que están haciendo...
-Pero es que no sabemos en quien podemos confiar, vamos a esperar un poco...
- Sí, pero no sé si os dais cuenta de que, además, yo tengo todos los números para que la policía se presente en mi casa de un momento a otro. Los he llamado desde mi móvil para avisar de los disparos y además mi coche ha recogido a unas personas que huían de allí, seguro que algún vecino les ha dado la matrícula, si no queréis que digamos nada aún, decidme entonces qué digo yo si me preguntan...
Después de discutir un rato nuestro plan, me volví a casa dejando tras de mí a Esther y a Paco haciéndose arrumacos.
Cuando entré en mi casa, estaba tan cansada que tuve la tentación de meterme en la cama hasta con la ropa puesta, pero conseguí quitármela y ponerme un pijama. Casi no dormí, y al día siguiente fui como una zombi a trabajar. Al acabar la mañana y coger el bolso, oí que el móvil me avisaba de que tenía un mensaje. Era el buzón de voz.
-Laura, te ruego que vengas urgentemente a la comisaría, necesito que me aclares un asunto.
Era Santiago

lunes, 8 de diciembre de 2008

A polis y ladrones - El mirón (XVI)


Parte I


Cerré la puerta detrás de Paco, que me insistía por última vez que me asegurara que el móvil tuviera batería. Me puse a hacer la cena mientras intentaba tranquilizarme a mí misma diciéndome que seguramente el secuestro-liberación de Esther no iba a ser aquella noche y me senté a ver las noticias.

El presentador del telediario abrió con un “van a ver ustedes escalofriantes imágenes de matanzas en el Congo”, en las que se veía como un grupo armado con machetes mataba y remataba a una persona de la que asistíamos a sus últimos minutos de vida, imágenes que repitieron hasta cinco veces, con la voz del presentador en off diciendo “estas imágenes pueden herir la sensibilidad del espectador”.

A mí se me quitaron las ganas de seguir comiendo el lomillo con patatas y, sin venir a cuento, o sí, pensé que hacía tiempo que no veía en las noticias imágenes de niños de África con la barriga hinchada de hambruna y las moscas rondándole los mocos de la nariz. Eso a mí también me quita las ganas de seguir comiendo, pero no es espectáculo.

Después, me puse una película, comprobé catorce veces que el móvil se estaba cargando, luego cogí un libro para leer, y pasadas las doce me metí en la cama a moverme como una croqueta para un lado y para otro porque no podía pegar ojo. De repente, el móvil sonó. Pegué un brinco de la cama, casi me abro el dedo gordo del pie derecho chocando contra una silla y contesté.

-Lo hacemos esta noche. Ya sabes, cuando te haga la perdida, es que ya vamos a entrar.

- Vale.

Y Paco colgó.

Empecé a dar vueltas por el piso. ¿Y si algo salía mal? ¿Y si justo en esa calle no había cobertura, o si la red de móviles dejaba de funcionar justo aquella noche y no podían contactarme? ¿Y si yo me precipitaba y llamaba a la policía antes de hora?

Me dije que si me quedaba allí esperando a que me llamaran, me iba a volver loca pensando en todas las posibilidades de que algo fallara, así que, me vestí rápidamente, cogí el bolso y bajé en ascensor hasta el garaje a coger el coche, con la idea de ir al escenario donde iban a producirse los hechos y situarme a una distancia prudencial para ver lo que estaba pasando sin ser vista, y así poder llevar a cabo mi cometido de llamar a la policía si las cosas se ponían feas .

Pude aparcar a cierta distancia de la dirección que me había dado Paco y, nada más apagar el motor del coche, el móvil, que precavidamente había puesto en silencio, empezó a vibrar. Acto seguido, vi como a unos metros delante de mí Paco y otro hombre salían de un coche estacionado y seguidamente desaparecían por un callejón que bordeaba la casa en cuestión. Eran las tres de la madrugada de un miércoles, en una calle de casitas de una planta y edificios bajos, hacía un frío que pelaba y las únicas almas despiertas era las de dos que estábamos esperando en sendos coches. Yo me deslicé un poco hacia abajo en mi asiento para hacerme más pequeña...


La segunda parte de este capítulo, el lunes que viene...