domingo, 25 de enero de 2009
domingo, 18 de enero de 2009
De vuelta de la comisaría, llamé a Paco al móvil, que se hallaba junto con Esther en clausura voluntaria en una comunidad budista en pleno Montseny, y le expliqué lo que había hablado con Santiago. A saber, que para ganarse mi confianza, me había contado lo que conocía sobre las actividades nada honestas de la supuesta organización benéfica de la que había escapado Esther, y que sospechaba que había algunos policías de su comisaria que estaban implicados, pero que necesitaba pruebas. No sé por qué, pero decidí confiar en él, aunque no existía ningún motivo racional para ello. Yo a mi vez le conté lo que Esther nos había explicado tras su liberación, y acordamos que yo intentaría convencerla para que tuvieran un encuentro extraoficial y secreto para ayudar a Santiago a descubrir quienes eran los policías que estaban implicados en la trama de la secta. En aquella ocasión no tratamos el tema de los asesinatos de mi comunidad.
Tras hablar un buen rato y llevarme una soberana reprimenda por haber alterado el plan acordado, Paco me dijo que se lo tenían que pensar, y al día siguiente me volvió a llamar para comunicarme que aceptaban la propuesta y hablamos de las condiciones de la entrevista, que inmediatamente comuniqué a Santiago, no ya llamando a la comisaría sino a su móvil particular.
Los siguientes días hasta el encuentro secreto, una semana más tarde, no teniendo nada más interesante que hacer con mi vida más que corregir exámenes de primero de ESO, estuve cavilando sobre cómo hacer para establecer contacto verbal con la violinista y, en el mejor de los casos, conseguir entrar en su morada para averiguar algo más sobre su modus vivendi a través de la observación in situ. Pero cualquiera diría que se la había tragado la tierra, porque hacía días que no se oía ni una mosca en el piso contiguo. ¿Se habría trasladado ya?
Al cabo de una semana, justo el día que Paco y Esther tenían que verse con Santiago, me suena el móvil.
-¡Laura, no hay encuentro con Santiago, nos ha traicionado!
-¡Quéeee!
-Íbamos a pasar por el piso a buscar algunas cosas, pero cuando estábamos para entrar en el párking, Esther ha visto entrar en el portal a un tío, y se ha puesto histérica porque dice que lo vio una vez y que es un rumano muy peligroso. ¡Seguro que lo ha enviado Santiago, hoy que sabía que íbamos a volver!
-Vale, no me chilles. ¿No será uno que vende kleenex en los semáforos?
- ¡Que te estoy diciendo que es un matón!
- Vale, vale...
-Bueno, nos volvemos donde estábamos, ya hablaremos.
- Vale, vale... ¿Hace mucho que habéis visto entrar aquí a ese tío?
- Cinco minutos antes de llamarte.
No me podía creer que Santiago nos enviara un matón a plena luz del día, un viernes a las cinco de la tarde. Porque si había venido a ocuparse de Paco y Esther, también habría venido a por mí, que también estaba en el ajo. Me puse el abrigo, salí de casa y, a pesar del frío, me senté en las mesas de la calle del bar de la Paqui y pedí un desayuno, el segundo de la mañana. Al cabo de media hora, vi salir al que hasta hacía cinco minutos era para mí vendedor de kleenex, y que se había convertido de repente en sicario, con bolsas del Corte Inglés en ambas manos, y que pasó a menos de un metro de mí sin prestar la mínima atención a mi persona. ¿Había venido a matarnos? ¿A qué casa había ido? ¿Qué llevaba en las bolsas? ¿Se trataba de un matón que vendía kleenex en sus ratos libres, o viceversa?
domingo, 11 de enero de 2009
A polis y ladrones - El mirón (XVII)
Tras oír el mensaje en el que Santiago me conminaba a personarme en la comisaría sin dilación, que me había dejado en el buzón de voz del móvil mientras yo ejercía mi noble labor social de enseñar una lengua que siempre aparece en los peores puestos en las estadísticas sobre conocimientos de los estudiantes españoles, me puse rumbo al cuartelillo repasando mentalmente mi coartada para los acontecimientos de la noche anterior sobre los que estaba segura que Santiago me iba a inquirir.
-Hola Laura, te estaba esperando. Pasa.
Y Santiago me acompañó a un despacho donde entramos ambos.
-¿Me puedes decir qué hiciste anoche?
-¿Anoche? Sí, claro. Estuve cenando en casa de un amigo, y bueno, ejem, volví a mi casa pasadas las tres de la madrugada...
-Y ya está, ¿no hiciste nada más de vuelta a casa?
- No... Bueno, sí, ahora que lo dices. Cuando volvía a casa en coche, me encontré a tres personas que pedían ayuda en mitad de la calle y me paré, me pidieron que los llevara al hospital y los acerqué. Luego me fui para casa.
- ¿Y no los conocías de nada?
- No.
-¿Y no viste nada más?
-No.
-¿No oíste unos disparos?
-No
- ¿Me puedes decir los nombres de las personas que recogiste?
- No se lo pregunté, sólo los llevé al hospital, como estaba cerca, no dio tiempo de nada.
-¿Y me podrías hacer una descripción de cada uno?
-Uf, es que soy muy mala fisonomista... Ya te digo que ni me fijé casi...
- Laura, no sé qué relación tienes con lo que pasó anoche en la calle Rubió i Ors, pero te voy a tener que encerrar en algún sito para que dejes de meterte en líos...
-Pero qué lío, si yo no he hecho nada ahora...
-Te aviso que te estás metiendo en algo muy gordo... Antes venías a contarme las cosas que averiguabas, ¿por qué ya no lo haces?
-... La última vez que vine a explicarte un descubrimiento que era sumamente importante para la investigación de los asesinatos en mi finca, tú no me dijiste que habíais descubierto que Pere era el propietario del piso maldito.
-Es que yo no tengo porqué explicarte a ti nada.
-Vale.
...
- Si no me dices a quien recogiste ayer estás cometiendo un delito. El juego de policías y ladrones ya se ha acabado, dime lo que pasó y deja que nos ocupemos nosotros ahora.
-Sí, sí, yo estaré jugando, pero he averiguado muchas cosas antes que vosotros...
-Si no me dices lo que sabes, no te voy a poder proteger, porque estoy seguro de que los de anoche te van a buscar a ti y a tus amigos que recogiste, y no va a ser para hablar precisamente... Y que sepas que has tenido mucha suerte de que anoche estuviera yo de guardia, por ahora soy la única persona que sabe que el coche del tiroteo de anoche es tuyo.
...
- Es que no sé si puedo confiar en ti...
...
- A ver, vamos a hacer un trato... – me dijo
Dos horas más tarde estaba de vuelta a casa, al acercarme al portal vi que había un anuncio en la fachada, ponían en alquiler el sexto tercera. ¿La violinista se iba de nuestra finca? Era una de las vecinas sobre las que menos sabía a pesar de que vivíamos pared con pared. Tenía que hacer algunas averiguaciones antes de que se marchara. Pero antes, llamé a Paco al móvil, que se había ido unos días con Esther a esconderse a una comunidad budista en mitad del Montseny, para explicarle el trato que había hecho con Santiago.