El lunes, cuando me dispongo a entrar en el metro para ir a trabajar, me doy cuenta que no llevaba la T50 encima, y efectivamente, la he perdido quedándome la mitad de los viajes.
Tres horas más tarde, en una hora libre que tenía, llamo a Telefónica para ver qué pasaba con mi línea, y me dicen que, no se sabe ni quién, ni cómo, ni porqué, pero mi solicitud había sido anulada, y que tenía que volver a pedir la línea... Les dije que si no me decían el motivo por el que me habían dado de baja, que no pensaba volver a pedirla, porque igual me volvía a pasar lo mismo, y como no supieron decirme nada, pues no lo he vuelto a pedir. Estoy pensando ponerme Ono, de hecho, en este edificio hay instalación de cable, pero como esta semana estoy un poco ofuscada, he decidido no tomar aún ninguna decisión.
Realmente, el lunes, viendo el rumbo de mala suerte que llevaba la mañana, decidí moverme y respirar lo mínimo, y la verdad es que llevo unos días que no doy pie con bola, y la clases ya ni os cuento... los alumnos me parecen más insoportables que nunca, incluso los buenos... no sé, seré yo, y no, no me va a venir la regla próximamente, y sí, sí creo que debe haber una conjunción astral muy poco favorable a mí.
Así que, aquí estoy, porque no hay nada mejor que un buen cotilleo para sobrellevar con alegría los avatares de la vida diaria (bueno, también un buen... es incluso más efectivo en días como estos, pero, a falta de pan...). Bueno, a lo que iba.
El lunes fui a comer a casa de mis padres (lo único bueno del día), y me pusieron al corriente de las novedades de la comunidad. Ya os conté que alguien se dedica a robar los felpudos de los vecinos y que está empezando a cometer actos un poco vandálicos. Pues bien, parece ser que en reunión informal algunos vecinos han decidido que no se piensan dejar amedrentar, que una casa no es una casa sin su felpudo, y que si no se puede poner en el rellano, pues que cada uno lo colocará dentro de su casa, pero que en cualquier caso felpudo tiene que haber en todo hogar. Pero lo mejor no es eso. Ya os comenté que había una vecina que en su rellano le gustaba tener una mesita con un florero y un ramo de flores, que por supuesto fueron objetivo inmediato del ladrón. Pero aquí el caco ha ido a topar con un hueso duro de roer, ¡a ella le van a tocar sus flores, ja! La susodicha ha decidido ponérselo más difícil todavía: ha colocado en el rellano un fajo grande, como una brazada de ancho, de esas ramas largas secas que están de moda desde hace unos años en decoración, de dos metros de largo y rodeadas de flores secas, bien atado todo a la barandilla de la escalera con una cadena de hierro, de manera que si el ladrón pretende quitarlo no podrá hacerlo de manera sigilosa, como no vaya con una sierra mecánica, no lo va a poder quitar de allí. Mañana vuelvo a ir a casa de mis padres a comer, y sin falta le hago una foto para que lo veáis y haceros partícipes, porque es demasiado bueno para perdérselo, a ver si puedo colgarla el viernes.