Body and Soul
Tengo 31 años, me llamo Marina, soy peluquera y vivo en Sabadell. Hace cuatro años con una amiga decidimos quedarnos con una peluquería de nuestro barrio que traspasaban. Yo aún vivo en casa de mis padres y ahora que el negocio empieza a darnos dinerillos, estoy buscando un piso de alquiler. La que no sé cómo se lo monta es mi amiga y socia, Susana, su marido es mecánico y tienen una niña, y además de la peluquería, está pagando letra del coche e hipoteca del piso, aunque cuando ella se lo compró, no estaban al precio de ahora. Bueno, yo también me compré un piso en aquella época, pero ya no vivo allí...
Ahora las cosas nos empiezan a ir bien, pero hemos currado como burras. Los tres primeros años abríamos de lunes a sábado y algunos domingos por la mañana si nos lo pedían para alguna boda. Ahora ya podemos cerrar los lunes. Lo que me da miedo es la crisis económica de la que hablan, que es verdad porque todas las clientas se quejan de lo caro que está todo, y que si con el euro nos timaron, y que si las hipotecas no paran de subir, y que si ahora el pan, y que si hay que ir al Mercadona porque todo está muy caro... Y claro, si la gente no tiene para comer, no van a venir a ponerse el tinte, aunque nosotras tenemos unos precios muy muy ajustados, porque esto es una peluquería de barrio.
Estos últimos años lo único que he hecho en mi vida ha sido trabajar, pero ya me ha ido bien, era lo que necesitaba.
A mí no me gustaba estudiar, mis padres se enfadaban cuando suspendía, pero tanto mi madre como mi padre trabajaban todo el día, así que, no me controlaban si estudiaba o no. Mi hermana mayor sí que sacaba buenas notas, ella nunca necesitó que le dijeran que se pusiera a estudiar, al contrario, mis padres le tenían que decir a veces que saliera. Cuando empecé el Bachillerato iba a clases de repaso, pero la verdad es que iba por ir. Mi hermana intentó darme clases alguna vez, pero se ponía negra conmigo. Yo no me portaba mal en clase, simplemente tenía mi mente lejos de allí, yo siempre decía que es que no entendía nada, pero los profesores me decían que era muy inteligente pero que no estaba en lo que tenía que estar, y tenían razón. A mí en aquella época lo que me interesaban eran los chicos, y me eché novio muy pronto, luego me di cuenta que demasiado. Cuando repetí segundo de Bachillerato me propuse ponerme a estudiar en serio. Por aquella época mis abuelos se habían venido a vivir a casa porque ya no podían valerse por si solos, mi abuela tenía Parkinson y mi abuelo empezaba a tener demencia senil, y vivíamos los 6 en un piso de ochenta metros cuadrados. Estuvieron diez años en casa de mis padres y mi madre tuvo que dejar de trabajar para ocuparse de mi abuelos, porque al final ya no se levantaban de la cama y mi madre estaba desbordada pero no quería que ni mi hermana ni yo nos ocupáramos de ellos. Yo me agobiaba mucho en casa y hacía todo lo posible por estar fuera. Mi hermana también se agobiaba y siempre estaba de mal humor, pero ella se encerraba en su habitación a estudiar.
Entonces me eché novio, Pablo, yo tenía dieciséis y él diecinueve y ya trabajaba en una fábrica, él siempre decía que habría querido estudiar pero que su padre los había abandonado y él se tuvo que poner a trabajar. Nos conocimos en la discoteca, yo cuando me arreglaba aparentaba más edad, así que, salía por las noches y nunca me pidieron el carnet. Pero yo nunca probé cosas raras, yo bebía para coger el puntillo y ya está, aunque alguna vez sí pillé una buena curda... Y si antes de tener novio no me concentraba mucho en los estudios, cuando me lo eché, perdí el mundo de vista. Yo decía que a mí lo que me gustaba era peinar y maquillar, aunque para mis adentros pensaba que si fuera a la universidad me gustaría hacer psicología, pero nunca lo dije en voz alta porque sabía que no iba a estudiar.
Así que, acabé dejando el Bachillerato e hice un módulo de peluquería y un montón de cursillos que me pagaron mis padres de maquillaje, estética, depilación y hasta de reflexología.
En los primeros sitios en los que trabajé, como estaba de aprendiz, o no cobraba o cobraba muy poco. Entonces me di cuenta de lo duro que era aquel trabajo y de que había otra gente que cobraba más por trabajos menos cansados. Pensé en volver a estudiar, pero Pablo me dijo que para qué, que total hay gente con carrera que no trabaja de lo que ha estudiado o está en paro, y mis padres estaban desbordados con mis abuelos y mi idea de vovler al Bachillerato les parecía un capricho, y no les culpo. Mi hermana ya estaba en la universidad estudiando empresariales, entonces le habían dado una beca y estaba en Inglaterra.
Así que, lo olvidé y empecé a trabajar en dos sitios a la vez. Con Pablo decidimos comprarnos un piso de segunda mano y lo reformamos nosotros. Nos fuimos a vivir juntos cuando yo tenía veinte años. Pablo no es mala persona, pero me acabó haciendo la vida imposible. Yo le excusaba su comportamiento por sus traumas porque su padre los había abandonado, su madre los trató a él y a su hermano como a un estorbo y los únicos que le habían dado cariño habían sido sus abuelos, que fueron quienes lo criaron. Yo siempre tenía que estar pendiente de él, y aún así, nunca le parecía bastante. Delante de la gente necesitaba hacerse el importante, por sus complejos, y mentía mucho, a mí a menudo me dejaba mal en público, y con los años se fue poniendo peor, hasta que los amigos nos empezaron a dar la espalda porque, aunque él siempre había sido muy gracioso, sus mentiras y su chulería acabaron siendo insoportables. Viví con él seis años, él no hacía nada en casa y yo tenía que estar por él a todas horas, era muy celoso y todo un experto en chantaje emocional. Muchas veces pensé en dejarlo pero no me atrevía, y por otro lado, me daba pena. Al final me levantó la mano un par de veces y empecé a sentir miedo, y mi familia, sobre todo mi hermana, y una amiga, me convencieron para que lo dejara, y volví a casa de mis padres.
Pocos meses después, cuando aún estaba muy tocada, me apunté al Meetic y conocí a Tony. Me fui a vivir con él a la semana de conocernos porque fue un súper flechazo y a los quince días me pidió que me casara con él. Así que, empezamos a mover papeles, ya que él ya había estado casado anteriormente. Él era comercial, y al principio de conocerlo me pareció tan alegre, tan activo, y aunque era diez años mayor que yo, tenía un carácter tan jovial...Nuestra historia fue al principio tan intensa, tan romántica... A los seis meses me puso de patitas en la calle porque ya no sentía lo mismo que al principio, me dijo.
Volví otra vez a casa de mis padres. Entonces sí que me sentí tocar fondo, rota en mil pedazos, sin saber hacia donde dirigir mi vida. Además, trabajaba en una peluquería demasiado guay de Barcelona donde me pagaban mal y aguantaba los malos humos de un encargadillo que se creía no sé quien. Así que, cuando Susana me propuso tener nuestra peluquería, en seguida me di cuenta de que la vida me ponía delante una tabla de salvación, y me agarré a ella con todas mis fuerzas. Conque, llevo cuatro años dedicada en cuerpo y alma a mi peluquería. Desde Tony no he vuelto a estar con nadie, también es verdad que no he podido pensar en otra cosa que no fuera trabajo durante este tiempo, y eso que aquí en la peluquería hay muchas oportunidades, entre clientes, hijos de clientas, comerciales y, no nos engañemos, maridos de clientas que te tiran la caña también, pero yo estoy un poco reacia aún. Yo ya sé que no todos los hombres son como con los que he estado, quien me da miedo no son ellos, sino yo misma, que me voy a buscar siempre los que me hacen daño.
Desde que tengo mi propia peluquería sí que trabajo a gusto, porque lo hago como yo creo que hay que hacerlo, con cariño. Yo no soy extrovertida de entrada, luego cuando cojo confianza sí soy muy charlatana y cariñosa, pero lo que siempre se me ha dado bien es escuchar, soy de esas personas a las que la gente en seguida les cuenta su vida, y no sé, tengo como una intuición para entender a la gente. Cuando empecé a dedicarme a esto, sólo escuchaba lo que me contaban, nunca daba mi opinión, aunque también es verdad que hay gente que sólo quiere que la escuches. Si supierais las cosas que he oído mientras lavaba cabezas o alisaba el pelo... Pero desde que tengo mi peluquería, lo de escuchar a la gente me lo tomo como un servicio más incluido en el precio, y a veces también doy mi opinión, sin dar lecciones a nadie, porque yo no soy nadie para dar lecciones de nada, pero sí veo que muchas veces ayudo a la gente. Claro, que las cosas también hay que saber decirlas con mucho tacto. Cuando dejé a Pablo una amiga me regaló el libro La reina que dio calabazas al caballero de la armadura oxidada, y desde entonces, devoro los libros de autoayuda y últimamente también leo libros de psicología. De tanto en tanto intercalo con otro tipo de libros, porque también cansa siempre con el mismo tema. A veces pienso que me gustaría estudiar psicología, pero claro, ahora no tengo tiempo, pero bueno, nunca se sabe...
A la peluquería, además de la clientela del barrio, vienen mis amigas, que se lo comentaron a otras y se llegaron a enterar compañeras del instituto que hacía años que no veía, y luego se fue corriendo la voz entre ellas e incluso hay una que es profesora y ahora vive en Barcelona que hacía mucho que no veía y que viene expresamente aquí. Madre mía, cuánto hemos cambiado, qué vidas tan diferentes llevamos ahora... Pero bueno, habremos cambiado mucho, pero estamos hechos todos un lío. Vamos, tanto, que ya hay algunas y algunos que están empezando a venir a teñirse o cortarse cuando no les hace falta, sólo para hablar. Yo os iré contando las historias que pasan por aquí, que son muy interesantes y reales como la vida misma. Y a mi me gusta pensar que cuando la gente sale de aquí se siente bien en cuerpo y alma. Porque así se llama nuestra peluquería, Body and Soul, idea de mi hermana, que es la internacional.