Ha vuelto
Como ya os anticipé hace unos días en un escueto comentario a modo de primicia, el malvado malhechor (valga la redundancia) que sembraba la desconfianza y ponía a prueba la paciencia y los nervios de los vecinos de la comunidad de mis padres, con actividades que iban desde la fechoría de robar los felpudos de los vecinos hasta la barbaridad de propiciar un incendio en el ascensor, y que llevaba meses sin actuar, dándole así una tregua a los vecinos, ha reanudado sus hostilidades.
Para poner en antecedentes a quien se haya incorporado recientemente y para refrescaros la memoria a los que ya seguíais esta historia, expongo un breve resumen.
Hace aproximadamente dos años, en la comunidad donde viven mis padres empezaron a ocurrir hechos paranormales coincidiendo con la puesta en marcha del nuevo ascensor, cuya instalación había sido objeto de eternas y lamentables discusiones vecinales que rompieron el clima de paz que había reinado hasta entonces en el vecindario. Yo ya no vivo allí, así que, no conozco el caso de primera mano sino que me informa de todo lo que acontece mi familia.
De repente, empezaron a desaparecer por arte de magia los felpudos de los vecinos, que en un principio no dejaba de ser anecdótico y hasta gracioso, pero rápidamente el robafelpudos amplió su repertorio de actividades traviesas y empezó a estrellar huevos en las puertas o en el ascensor, poner silicona en las cerraduras, rayar las puertas y en un caso escribir “puta”, esparcir trozos de tocino de jamón por toda la escalera, robar la mesita con el jarrón y las flores a la vecina del tercero cuarta, poner típex a los botones del interfono, y un largo etcétera de ingeniosas jugarretas. Ningún vecino ha salido indemne. Al principio la estrategia vecinal consistió en no darle mucha importancia y esperar a que el graciosillo se cansara y dejara de atormentarlos, pero la mente enferma que se escondía detrás de lo que al principio parecían sólo trastadas, decidió subir el nivel de peligrosidad. En una ocasión que el ascensor se había estropeado, los técnicos que vinieron informaron al presidente de que el techo estaba completamente cubierto de papeles y de colillas, que sólo podían llegar allí si alguien los metía a propósito por una rendija en la puerta del rellano, y que era peligrosísimo porque podía provocar un incendio. Esa fue la gota que colmó el vaso para que el presidente, camionero jubilado, interpusiera una denuncia en la policía, que pareció que tuvo su efecto disuasorio en el malhechor porque ha estado seis meses sin actuar. Pero aquí sabíamos que la tregua no podía durar mucho y que el robafelpudos no podría contener largo tiempo su instinto perverso, como así ha sido.
Como ya os conté, en su regreso ha vuelto a dejar su tarjeta de visita inconfundible robando los felpudos de los confiados vecinos que ya habían vuelto a colocarlos, y además, ha hecho desaparecer el cartoncillo de limpiar la escalera y ha cambiado de rellano el macetero con un ficus que han puesto delante de su puerta “los peruanos” del piso patera. Pero, lo que ha exasperado los nervios de algunos, ha sido que haya tapado con silicona la cerradura de los del tercero tercera, un matrimonio mayor que no está para que les den sustos, y cuya su hija perdió los estribos con el sufrido presidente de la comunidad exigiéndole una solución.
Después de este paréntesis de calma que los vecinos creían que ya era definitiva, el retorno de las hostilidades ha provocado un torbellino de reacciones. Y los vecinos vuelven a mirarse de reojo...