domingo, 8 de junio de 2008

A polis y ladrones -El mirón (IV)

Mientras contemplaba a mis convecinos manifestar en público sus más superficiales pensamientos, opiniones más prejuiciosas y valoraciones menos razonables, me pregunté para mis adentros si sería posible que el homicida fuera uno de ellos, así como si un criminal puede ser más tonto que una alpargata o tiene que ser por fuerza un ser inteligentísimo como Aníbal Lecter. Y aún me asaltó un tercer dilema: ¿qué tipo de persona se supone que alberga el alma de un asesino...? Al no ser capaz mi intelecto de responder a ninguna de mis tres dudas existenciales, decidí voluntariamente desconectar mis neuronas para no cansarme mucho y continué contemplando el espectáculo como quien mira la tele para olvidar sus penas.

Al día siguiente, dos agentes de las fuerzas del orden público, debidamente uniformados, se personaron en mi domicilio habitual, inquiriéndome si podía aportar datos a la investigación. Aquel era mi momento de gloria, porque estaba segura de que el asunto de la anaconda tenía que ver con el asesinato del chico de Cardona. Yo ya me había imaginado a mí misma declarando hasta delante del juez, como el testimonio de excepción que había dado la información clave para dilucidar el caso, incluso había soñado que, en agradecimiento a mi inestimable colaboración, le habían puesto mi nombre a una plaza que habían construido encima de un párking, por cierto, la plaza un poco fea, sin un solo arbolillo ni triste parterre con florecillas o césped, nada, de cemento puro y duro, que si van los niños allí a jugar se desuellan vivos las rodillas, pero no me voy a poner quisquillosa, tampoco voy a exigir que le pongan mi nombre a algo así como el Parque Güell . Sin embargo, en vez de mi soñada actuación estelar, me estrellé con todo el equipo.

En cuanto empecé a explicarle a los agentes lo de la anaconda y apercibí su fruncimiento de cejo de incredulidad, me di cuenta de mi craso error, y de que en estos tiempos que corren, ser profesor no es garantía de cordura, sino de todo lo contrario, así que, quise arreglarlo y explicarlo de otra forma más verosímil y entonces dije que yo llamaba Ana a la anaconda y que creía que en realidad era un artefacto que me grababa mientras fregaba los platos para vete tú a saber si colgarlo en alguna página de esas guarrillas. A uno de los agentes se le escapó una sonrisilla. No me dejaron acabar, me dieron las gracias cortésmente e hicieron mutis por el foro. El hecho de que hubiera una botella de vino abierta en la mesa del salón tampoco ayudó mucho a mi credibilidad.

No sólo sentí vergüenza propia, sino también vergüenza ajena desde el superyó freudiano, ridícula al cuadrado. Mira que he leído yo novelas de Agatha Christie, y será que no he visto veces los capítulos de Colombo y Se ha escrito un crimen, en castellano y en catalán, y como producto nacional, El Comisario, para que cuando tengo una oportunidad de participar en un caso real, acabar haciendo una declaración tan sumamente patética. Con lo bien que me salen los discursos cuando los pienso, lo torpe que soy luego cuando los digo.

Los días siguientes, hice pagar mi frustración a mis alumnos poniéndoles ejercicios sobre los phrasal verbs hasta la repugnancia.

Unos días más tarde, fui a bajar la basura, y al apretar con el pie el pedal para que se abriera la tapa del contenedor, vi que, de entre las basuras, emergía algo que se parecía a Ana. Como no era lo que esperaba encontrar en ese momento ni lugar, me asusté y dejé ir el pedal, con lo que la tapa se volvió a cerrar. Y haciendo caso omiso de la sabiduría popular que sentencia que la curiosidad mató al gato, volví a apretar el pedal lentamente, y pude constatar que efectivamente era mi Ana y también que no me iba a morder. Tenía que sacarla de allí, aquello era la prueba de mi cordura. Aunque claro, la operación era bastante complicada dada mi poca estatura, alargando el brazo simplemente no llegaba, así que, coloqué la bolsa de basura sobre la barra que hacía de pedal para que aguantara la tapa abierta y de un brinco me subí apoyando el estómago en el borde del contenedor. Mientras me agarraba con la mano derecha al contenedor, el brazo izquierdo se alargaba para alcanzar a Ana, rogando que no se me cayera la tapa encima. Cuando la hube asido, salté de nuevo a tierra firme. Aunque estaba roto, cuando lo saqué vi perfectamente lo que era, un periscopio, y visto desde lejos podría parecer una serpiente. Ajá, me dije, se va tragar su sonrisilla el madero ese... Cuando volví a entrar en el portal, ufana de mi hallazgo, me di cuenta de que la luz del portal estaba encendida... Qué raro, pensé, si no había visto que entrara ni saliera nadie durante aquel rato...

Continuará, la semana que viene...

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Misterio tras misterio..siempre nos dejas con la miel en la boca, muchacha!!! cómo continuará la historia??? qué intriga!!!

P.D Yo no sé si a las demás lectoras-comentaristas les pasa, pero yo cuando pienso en Laura no puedo evitar ponerle tu cara...jejeje

Anónimo dijo...

...Cuidado, cuidado, que algo se está cociendo en el portal!!!!!!!!!

PD.- Noemí, a mí me pasa lo mismo, ja, ja, ja, ja!!!!!! Lidia, indirectamente te has convertido en nuestra heroína!! :-D

Lidia dijo...

Sí, je je, Laura es mi alter-ego ;) Aunque, más que heroína, es anti-heroína ;)

Por cierto, ya habéis oído la noticia de que en Motril hay un edificio donde los vecinos están aterrorizados porque ha anidado en su tejado una serpiente de dos metros que ya ha tenido crías y no hay manera de cazarlas!!!

(no, si lo de la anaconda al final no va a ser tan descabellado...)

Anónimo dijo...

...Pues no me había enterado de la noticia, pero vamos, qué assssco!

Yo lo que tengo ahora es una vecina majara, que chilla por la noche en el patio: "Tía guarrraaaaa, para la máaaaquina, que no tienehh conzzziencia!!!!!" ¿Es mejor, o peor que la serpiente?

Lidia dijo...

Y la máquina en cuestión, es real o imaginaria?
A mí no me extrañaría que cualquier día algún vecino mío se ponga a pegar gritos también, poque hay alguien que pone la lavadora así como a las 4 de la madrugada!!

Anónimo dijo...

Yo, la verdad, no oigo ninguna máquina, pero sí los chillidos de esta energúmena. Tu caso es diferente, porque parece que la lavadora es real......¿o no?
;-D

Anónimo dijo...

Yo continúo diciendo y creo que no me cansaré, de que la realidad siempre supera la ficción, por muy inverosímil que ésta pueda ser. Como muestra, un botón :) hay que ver, parece que los de Motril hayan leído tu blog eh?, las serpientes digo...

Ay, a ver a ver qué se encuentra Lid, digo Laura al volver a casa ;)

Lidia dijo...

Pos, ahora que lo dices, merce, igual son imaginaciones mías.. yo ya dudo de mi pispa... ;)

Lidia dijo...

Sastamente, la realidad siempre supera a la ficción, por eso es mejor que la ficción sea ficción, no copia de la realidad, porque la realidad nadie se la creería ;)
(joé, qué retorcida que estoy esta noche... y eso que me he tomado unas copichuelas con una amiga y eso suele relajar la mente... ;)