martes, 7 de octubre de 2008

A polis y ladrones – El mirón (X)

Parte II

Bajo los efectos del tempranillo, el espectáculo televisivo me empezó a parecer más divertido.

Me tragué entero un concurso donde, personas que precisamente tienen mucho que esconder, van a que pongan al descubierto lo más inconfesable y vergonzoso de sus vidas:

-¿Le has puesto los cuernos a tu marido con dos de sus amigos en vuestra casa?- preguntaba la presentadora bajo la mirada de tierra-trágame-toda-España-me-está-viendo-los-cuernos-de-alce del marido y de la suegra de la concursante entre el público.

Previamente, ya le habían preguntado si le había puesto cacas de oveja a alguien de su familia en la comida como si fueran aceitunas, y si había deseado que se muriera su suegra cuando estuvo enferma.

A las tres preguntas la respuesta fue sí. Eso sí, se llevó todo el bote...

A esa misma hora, en otras cadenas había un programa en el que se trataban los temas de actualidad de aquella semana, una película coreana de las que yo pago para ir a ver al cine, un programa de humor sobre los políticos, un reportaje sobre la civilización maya y otro de viajes sobre Jordania, país que pensaba visitar próximamente, pero yo me encontraba en pleno momento autodestructivo y de envilecimiento del que me resistía a salir y prefería ver las confesiones de una que pone cacas de oveja a su familia como aperitivo.

Pasada la medianoche, estuve viendo la teletienda, y hasta estuve a punto de comprar un magnífico juego de veinticinco cuchillos de cocina con los que hacer virguerías, por ejemplo, con las zanahorias y la cebolla, junto con el que te regalaban la indispensable enciclopedia de la cocina española en 17 tomos, una estupenda tabla de cortar de madera y un maravilloso delantal repele-manchas.

Cambié de cadena cuando empezaron a hablar de la vaporeta, y fui a caer en un programa de investigación, justo en el momento en el que se veía a los integrantes de una secta pedir dinero a los conductores de los coches que se paraban en un semáforo, supuestamente para una casa de acogida de mujeres maltratadas, cuando en realidad se trataba de una secta peligrosísima que no velaba precisamente por el respeto a las mujeres. Y entonces la vi. Estaba muy desmejorada, pero era ella, seguro. Aunque eran las dos de la madrugada, salí de casa flechada y bajé a casa de Paco. Él tampoco estaba durmiendo porque me abrió en seguida.

-Paco, ya sé dónde está Esther...
-Sí, yo también...- me respondió con los ojos vidriosos.

Me dijo que entrara y me lo explicó todo. Era verdad que ella se fue un día de casa y del trabajo sin decir nada, pero él sí sabía adónde había ido a parar. De sus años en los bajos fondos conocía a gente que lo había investigado. Él se torturaba pensando que no había sido capaz de ver lo que le estaba pasando, lo que ella gritaba en silencio. Esther llevaba meses alejándose de él y él pensó que sólo era una mala racha. Ella siempre había sido muy insegura, tenía una relación muy complicada con sus padres y buscaba en la vida respuestas que no encontraba, eso era lo que la había unido a Paco, pero él sí que había acabado por encontrar su camino en la vida. Y como él, además de trabajar en el gimnasio, era voluntario en una residencia de ancianos y se veían poco, ella empezó a buscar apoyo en otro sitio. Él creía que sabía cuando había empezado todo. Una vez ella le dijo que iba a ir a una conferencia con el título “La felicidad en Aristóteles” que ofrecía una asociación cultural, aunque después no le había contado nada, y él tampoco se acordó de preguntarle. Eso fue unos cuatro meses antes de desaparecer y ahí ella empezó a alejarse cada vez más de él.

Volví a mi casa pasadas las cuatro, me metí en la cama abatida y, hecha un ovillo, desee que el día siguiente me deparara algo bueno.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

enhorabuena un relato mas que supera el entretenimiento de unos pocos lectores como yo y que no le molan esos programas televisivos
aver si aparece el jordi:D , que desde que esta con la montse no se le ve por aqui escribiendo el vago de el

Anónimo dijo...

Bueno, al menos a la tal Esther no se la han cargado, que vistos los acontecimientos ya es algo! jej
Siempre hay la esperanza de que acabe saliendo de la secta...

Anónimo dijo...

Los programas de la tele descritos por la "narradora" son muchísimo más divertidos que vistos!!!!!!

Lidia dijo...

Yo tengo que reconocer que sí que veo esos programas, pa qué lo voy a negar, aunque no siempre ni todos los días y, medio me divierto, medio me horroriza ver lo que es capaz de hacer la gente por dinero o simplemente por salir en la tele...

Ya veremos qué pasa con Esther... ;)

Anónimo dijo...

Bueno, yo veo más de un ovillo aquí eh? seguro que se fue sola a la cama??? hay que ver, siempre igual ;)

Yo también suscribo que los programas aquí narrados son más divertidos que los reales, desde luego espero que la cantidad ganada compense la pérdida de dignidad del concursante y de sus aludidos, aunque si van a este tipo de programas es porque ya no la deben tener no?

En fin, que me ha gustao lo de las cacas de cabra, ja, ja, no está mal la idea...

Ay, Esther, Esther, dónde te has metío, mujer?

Lidia dijo...

Pues lo de las cacas de las cabras es también cierto, todo este capítulos está basado en
"hechos reales" de la tele.

Anónimo dijo...

Jajaja!! Sectas satánicas (o no, eso esta por ver), lo que faltaba!! Y lo de las aceitunas... me recuerda a mi primo y a alguna tarde aburrida en un pueblo de la sierra almeriense, ejem, ejem... :D Pero tranquilas, que no llegó la sangre al río (creo)