Se busca profesor de economía...normal (por favor) II
Para mi lectora más fiel en su momento más estresante
Ya han pasado unos cuantos días desde que expliqué la primera parte del culebrón del profesor de economía de mi instituto, y creo que ya he despertado suficiente expectativa para revelar la segunda parte.
El primer día de septiembre, tras los besos y abrazos del reencuentro con los compañeros, la pregunta que susurrábamos todos era “¿Está este año aquí?”, y no hacía falta decir quien, porque ya todos sabíamos quien era el tan temido. Y con un suspiro de alivio se fue corriendo la voz que lo habían trasladado a otro instituto de la misma ciudad (no, no lo han expulsado, sigue siendo un funcionario del estado....) y que en su lugar había un interino, que curiosamente se llamaba igual que él. La primera vez que vi a su sustituto, pensé que me sonaba de algo, pero como cuando trabajas en la enseñanza te toca conocer tantos centros, imaginé que debía haber coincidido con él en algún otro instituto. Ya antes de empezar las clases, en las reuniones que hacemos para preparar el curso, él expuso varias veces que llevaba diez años en la enseñanza pero que siempre había trabajado con adultos y que no sabía muy bien cómo tenía que tratar a alumnos adolescentes. Cuando empezaron las clases, en las reuniones hacía preguntas un tanto sorprendentes, como si era normal que los alumnos se levantasen en mitad de la clase o si tenía que controlar la asistencia de los alumnos de ESO, y a algún profesor le había confesado que en clase la situación se le escapaba de las manos... Y a todos nos daba penilla, porque nos hacíamos cargo de su situación, que claro, estando acostumbrado a tratar con adultos, enfrentarte de repente a las fieras desbocadas después de las vacaciones, era un duro golpe. Y un día, de repente, dejó de venir. Los primeros rumores fueron que se había dado de baja por depresión, pero fueron los alumnos los que nos descubrieron la verdad. Antes de irse, en una clase de primero de Bachillerato dijo: “Que sepáis que esta es la última clase que voy a dar, porque gano más dinero yendo a Salsa Rosa que trabajando aquí” Entonces nos enteramos que el tío tiene nombre artístico y todo, que es profesor de tai-chi y de no sé cuántas terapias chinas, que protagonizó aquel celebérrimo escándalo de Eva Nasarre y que actualmente es preparador físico de vips como el conde Lequio. Y tío se ha cogido una baja por depresión, está cobrando de todos nosotros y le ha dado el estupendo ejemplo a chavales de 16 años que para qué trabajar si se puede vivir del cuento. Y a ver cuánto tarda en salir por televisión.
Hace gracia porque en su página web pone: “Mi intención es transmitir a cada uno de mis clientes PAZ, BINESTAR, SEGURIDAD Y UNA MEJORA EN SU CALIDAD DE VIDA”. Y digo yo, que ya se lo podía haber aplicado a sí mismo para dar las clases o mejor aún, haberle trasmitido a los alumnos esa paz y bienestar, que nos hubiera ido tan bien a todos. Claro que, gracia, gracia, tiene un poco, pero la justa, porque ya tenemos otro caso en el que la administración pública permite que trabaje en la enseñanza un impresentable que da un ejemplo nefasto a adolescentes cuando se supone que debería ser un modelo para ellos. Los profesores somos personas y falibles, pero lo de este tío ralla lo indecente, y a mí personalmente me molesta muchísimo, porque la mayoría de la gente que se dedica a esta profesión trabaja muchísimo para que luego tengamos mala fama por culpa de seres como este.